Una Iglesia Católica sin la Verdadera Piedra Angular

Después de haber “esculcado” en mi PC, he encontrado este documento que escribí un tiempo atrás. Y ayer en una platica salió a colación el tema de Libertad, y escuché como un amigo me decía que no creía que naciéramos libres porque somos esclavos del Pecado que Adán y Eva cometieron. Francisco de Osuna, habla de dos amores: el carnal y el otro, es el espiritual. Los cuales a su vez, los combino de la siguiente manera: amar la carne carnalmente y el espíritu carnalmente, la carne espiritualmente y por último, el espíritu espiritualmente. Y puntualizó de la siguiente manera (y esto es lo que quiero creer): Al amar a Cristo espiritual espiritualmente obtenemos la Libertad plena (esto es, liberarnos definitivamente del Pecado Original), porque aunque en las Escrituras se diga que lo que pasa hoy, ya paso en el pasado; encontrarnos en la plenitud con Cristo, nos hace libres de ataduras terrenales. Por el contrario, cualquiera de las tres maneras anteriores de amar, son efecto distintos tipos de Libertad que nuestra mente humana puede interpretarlas de la manera que le sea relativa.

Este documento trata sobre la renuncia de Joseph Ratzinger. Y dice así…

Por tanto –inquirió el periodista-, ¿puede pensarse en una situación en la que usted considera apropiada una renuncia del Papa?

A lo que Benedicto XVI respondió: “Sí. Si el Papa llega a reconocer con claridad que física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar”

(Entrevista a Benedicto XVI por el Periodista Peter Seewald en el año 2010; extraído del artículo La Renuncia del Papa por Dr. Lucas Fiorini, publicado en Diario La Capital, Mar del Plata, 12 de febrero de 2013).

La abdicación de Benedicto XVI ha causado tanto revuelvo alrededor de todo el mundo, un mundo que ha mostrado la vileza de su “fanatismo cristiano”, y ha sido lo que ha destapado el túnel de donde ha salido a la luz más de una verdad sobre la Iglesia Católica.

He de tratar un tema que dadas las condiciones de mi temprana edad quizás en un futuro modifique y haga las correcciones pertinentes, pero hoy después de casi haber sido bofeteada con la ignorancia que caracteriza al ser humano, y más aún, después de haber sentenciado y cuestionado duramente la decisión de Joseph Ratzinger al momento de hacer pública su renuncia. He sentido en mis adentros la peor “autodesaprobación” que sin antes saber que así la llamaba Adam Smith pero que tal como él la describe en la Teoría de los Sentimientos Morales, ha llegado a taladrar mi conciencia y querer de una u otra forma tratar de mostrar que Benedicto XVI solo abrió “la grieta del castillo interior” de una Iglesia Católica que ha encubado el germen de la tergiversación de las Escrituras para sus propios fines, y los desgarrantes abusos cometidos cual Inquisición de la Edad Media solo que ahora disfrazados en la demagogia de sus Clérigos frente a las multitudes.

Este artículo quizás no sea una crítica a lo que la simpatía debería encausar o no en nuestra realidad, es más una manera de sincronizar mi compromiso cristiano con la Verdadera Piedra Angular de la Iglesia Católica que hace más de mil años murió en una cruz pero que tres días después resucitó y desde entonces vive eternamente en medio de las alegrías y tristezas de una humanidad que ha intentado su  muerte nuevamente, con el simple objetivo de no tener que flagelar su conciencia con sus pecados. Tal como lo escribió Niestzche, el antinihilismo con el cual para encontrar una solución a la infravaluación del ser humano, decidió que debía morir Dios para que el hombre fuera dueño de sí mismo por fin, y donde se ha olvidado que Dios nos ha dado la libertad para elegir nuestros propios caminos. ¡Ojalá lográsemos simpatizar con Dios para entender cuán doloroso debe ser para Él, cuando por nuestras decisiones “racionales” decidimos simplemente seguir la corriente sin tener una propia identidad, buscando la aprobación de los demás, cuando en realidad lo que importa es que dejemos que el Espíritu guíe nuestras vidas y todo lo demás vendrá por añadidura! Podrá sonar un comentario idealista, pero cuando todo lo racionalmente entendido termina, nos damos cuenta que la finalidad última siempre será Dios… lo anterior ha sido perfectamente comprendido por Benedicto XVI y por muchos más Santos reconocidos y no reconocidos que han dejado que sus vidas fueran instrumento de Dios sin más ni menos que haciendo una elección y encontrando una empatía consigo mismo, y una Simpatía con Jesucristo que les ha movido a donar-se a sus hermanos consanguíneos y afines.

No hay mejor palabra que un católico puede utilizar y poner en práctica que la Simpatía con Jesucristo antes que cualquiera y luego con Benedicto XVI para comprender la valentía que ha requerido levantarse de su Silla Papal y decir frente a lo que Mario Vargas Llosa llamo (atrevidamente) en su artículo El hombre que estorba[1]: “el aquelarre revisionista y feria de disputas ideológicas”, que renunciaba al poder.  Y es que “Power tends to corrupt, and absolute power corrupts absolutely”, tal cual el lema de Acton Institute[2] en honor a Lord Acton.

Y para terminar con esta sección introductoria, es de mi interés dejar en claro que al momento de referirme de aquí en adelante a Adam Smith, lo haré única y exclusivamente con respecto a su obra Teoría de los Sentimientos Morales. Asimismo, cuando lo crea conveniente citaré a otros autores haciendo referencia a sus nombres y obras respectivamente.

“Encarnar” el sufrimiento de Jesús en este Nuevo milenio

Benedicto XVI ha sido un ejemplo de una vida en Santidad, pero no la Santidad que el título Sumo Pontífice pudo otorgarle, por el contrario, pienso que ha sido Joseph Ratzinger: laico y ávido pianista, quién después de su renuncia al Papado ha abierto una brecha en la Iglesia Católica para mostrar que la materialidad, marketing y grupos de presión dentro de la misma, no son suficientes para apartarlo del Amor, Gracia y Misericordia del Logos Último de la Eterna y Terrenal Creación. ¡Una magnánima lección de vida!

“Los santos son (…) los verdaderos reformadores (…) sólo de los santos, sólo de Dios proviene la verdadera revolución (…) No son las ideologías las que salvan el mundo, sino sólo dirigir la mirada al Dios viviente, que es nuestro creador, el garante de nuestra libertad, el garante de los que es realmente bueno y auténtico. La revolución verdadera consiste únicamente en mirar a Dios, que es la medida de lo que es justo y, al mismo tiempo, es el amor eterno. Y ¿qué puede salvarnos sino el amor?”

(Discurso de Benedicto XVI en la Jornada Mundial de la Juventud en Colonia, Alemania, en el año 2005. Extraído del artículo Benedicto XVI: Revolucionario de la Razón por Samuel Gregg para Acton Institute USA e Instituto Acton Argentina, publicado el 13 de febrero de 2013)

En efecto, Benedicto XVI ha dicho algo que ha cautivado mis sentidos y ha puesto sobre la mesa mis propias convicciones para que sean examinadas por mi autoaprobación o autodesaprobación. Y no es que las cimentará exclusivamente desde antes en la materialidad de la Iglesia Católica, pero si tomaba en cuenta el actuar de la jerarquía episcopal y fue entonces cuando las dudas empezaron a aflorar. Muchos católicos dejaron de serlo a la renuncia de Benedicto XVI, quizás porque tuvieron religión católica pero no espiritualidad cristiana; otros más, empezamos a ver una luz encendida tal cual Parábola de la Lámpara[3] en nuestra religión tan denigrada por la carne humana y creer que la Simpatía con Jesucristo es lo que hace que una Iglesia no se constituya por los despampanantes edificios, riquezas o grandes teólogos (humanos, por cierto), sino por el auténtico encuentro con la Verdadera Piedra Angular: el Hijo de Dios, y el Espíritu en común-unión con nuestra alma y condición humana en búsqueda de la mirada de Dios en nuestros hermanos. Por mí parte y en este tiempo en el que me ha tocado vivir, donde la sociedad a lo único que esta asida es a un relativismo, lo único que busco es un hálito de re-encuentro con mi espiritualidad cimentada en Jesucristo y por consiguiente con los que me rodean, que sin más dudarlo, la Simpatía es imprescindible para ello. ¡Y no lo digo ni lo escribo porque simplemente quiera formar parte de los demagogos a los que he les huyo! Lo pongo en papel con tinta negra, porque es una manera de dejar para el presente y también para la  posteridad estas líneas que en momentos de angustia o emociones pasajeras que pueden desviarme, pueda re-leerlas y, pueda yo misma simpatizar con la protagonista de esas nuevas circunstancias: Yo propiamente, en un tiempo futuro.

Y es que para bien o mal, Adam Smith escribió: En toda pasión que el alma humana es susceptible de abrigar, las emociones del espectador siempre se corresponden con lo que, al colocarse en su mismo lugar, imagina que son los sentimientos que experimenta el protagonista. ¡Cuán poderosa puede ser la imaginación humana para conducirnos a simpatizar con nuestro prójimo! ¿Cuánto estamos dispuestos a dejar que nuestra imaginación sea el don que Dios nos ha proporcionado a todos para lograr simpatizar con su Hijo Jesucristo? La respuesta solo la tenemos nosotros.

Ultimadamente Dios nos ha hecho libres del pecado y de la muerte, y algo mucho más insólito, de Él mismo. No nos ha hecho sus esclavos, teniendo el derecho si queremos aplicar el concepto de propiedad que desde el punto de vista legal y económico tiene; aun así nos ha hecho libres, y se ha esforzado porque nuestra existencia terrenal sea feliz y nos ha proveído de dones y talentos para labrar y trabajar la tierra por la cual trabajo seis días, según el Génesis, para proporcionarnos de los bienes para la satisfacción de nuestras necesidades. Y es por lo mismo, que he de terminar diciendo que aunque quisiese convencer a muchos de mis palabras, no tengo siquiera el derecho de hacerlo… ¿Por qué? ¡Porque somos libres de elegir! (Esto es lo que quiero creer)

En este artículo he tocado un tema que tiene pinta de ser superficial y que solo le concierne a los católicos,  más sin embargo, Benedicto XVI ha roto la coraza de muy probablemente la falsedad que se vive dentro del Vaticano y que tanto daño a hecho a muchos cristianos al obrar en contra de lo que Jesús desea: abusos sexuales, políticos, religiosos, sectas dentro de la Propia Iglesia, votos de pobrezas y castidad violados, etcétera, etcétera, etcétera. Y es que volviendo a citar a Mario Vargas Llosa en  un hombre que estorbaba: “Benedicto XVI fue un pastor rodeado por lobos”; y que personalmente, creo que así fue. Tal como Benedicto XVI ha logrado simpatizar con Jesucristo, así deberíamos de tratar de hacerlo los que espiritualmente creemos en Él, y trabajar por construir una Iglesia Católica donde sea Él precisamente, la Verdadera Piedra Angular.

Y pues hablando de nuestra realidad, hoy en día: Una Iglesia Católica sin esa Piedra Angular empieza a agrietarse, ¿estamos preparados para la reconstrucción?

Mientras tanto, la búsqueda de una común-unión con Jesucristo es tarea de cada quién, y por mi parte,  de la trascendencia de la vida humana. Adam Smith no ha podido dar mejor sinónimo a esa Común-Unión, con la descripción de  Simpatía.

Benedicto XVI, hoy Joseph Ratzinger… un hombre que ha logrado ya, la santidad del alma en Simpatía con el sufrimiento de Jesús en la Cruz.


[1] Vargas Llosa, Mario; El hombre que estorbaba;  Diario el País: 24 de febrero de 2013.

[2] http://blog.acton.org/

[3] Citando la Santa Biblia Católica en Mateo 5:15, Marcos 4:21, Lucas 8:16. “Ni se enciende una luz y se pone debajo de una vasija, sino sobre el candelero para que alumbre a todos los que están en casa”.

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